martes, 12 de junio de 2012

Héctor, César y yo

Cuando era pequeña y me preguntaban qué quería, qué cosa me haría más feliz en este mundo, siempre respondía lo mismo: un hermanito.
Fui hija única hasta los 10 años y medio, momento en el que apareció Héctor. Recuerdo el día que nació, el 18 de septiembre, vino mi abuelo a despertarme y me dijo que ya había nacido, me puse depié en la cama y empecé a saltar de alegría y mi desespero por ir al hospital a verlo empezó a crecer, pero mi padre tardó un buen rato en tener el coche listo para poder ir... el nacimiento de Héctor fue curioso, mi madre tenía un mioma en el cuello del útero y se había pasado medio embarazo en reposo porque tenía contracciones, el día antes a que naciera, había ido al ginecólogo y le había dicho que aún estaba verde porque estaba subido para arriba, así que cuando llegaron las contracciones de verdad, pasaron desapercibidas hasta que fue muy evidente. Mientras mi padre se preparaba para ir al hospital, mi madre estuvo viendo los saltos de trampolín de las olimpiadas de Seúl. Cuando fueron por fin hacia el hospital, rompió aguas en el coche y cuando llegó no se podía ni sentar porque Héctor ya iba saliendo, cuando llegó al paritorio, sólo pudo subir una pierna y al ginecólogo sólo le dio tiempo de ponerse un guante. Por suerte ya estaban en el hospital, porque Héctor venía con una vuelta de cordón en el cuello.
A los 22 meses, el 28 de julio, nació César así que mi sueño de tener un hermano, se hizo infinitamente mejor multiplicándose por 2.
Mis hermanos son de lo más importante en mi vida, les quiero muchísimo y estoy muy orgullosa de ellos, me encantaría que mi madre los hubiera visto crecer y convertirse en los hombres que son, pero en cierto modo ella está ahí y ellos son fruto de su trabajo.
Hace poco estuve con ellos e hicimos algo que nos encanta cuando estamos juntos, fuimos al cine y luego fuimos a cenar al japonés, aproveché que estaba de estreno con la Colorsplash y saqué estas fotos.














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